miércoles, 11 de mayo de 2016




MILES de años tuvieron que transcurrir para que el hombre supiera que la Tierra no es el centro del Universo, mientras que sólo fueron necesarios poco más de 300 para que se diera cuenta de que el Sol es una estrella más entre muchas otras. En los últimos 200 años comenzó a tomar conciencia de que podían existir otros sistemas como el nuestro, pero ha sido únicamente durante el presente siglo cuando ha podido establecer con certeza que formamos parte de un gigantesco y complejo sistema estelar.
Uno de los problemas más interesantes de la astronomía contemporánea es tratar de entender cómo se formaron las galaxias y qué ha determinado su estructura. Las observaciones muestran que alrededor de 60% de todas las conocidas son espirales, otro 30% son elípticas y el 10% restante resulta ser de galaxias irregulares. Si se supiera la causa de por qué esto ha sido así, se aclararían hechos importantes ocurridos en las etapas tempranas de la evolución del Universo. De ahí que muchos astrónomos se encuentren interesados en el estudio tanto de las propiedades generales de las galaxias, como de las particulares, objetos que, como se verá en este capítulo final, son los constituyentes básicos del Universo.
Los avances científicos han ocurrido tan rápidamente que los astrónomos comenzaron a investigar lo que hay más allá de nuestra Galaxia aun antes de conocer muchas de sus características principales. Este proceso, que apenas comienza, está mostrando que existen miles de millones de galaxias. Además, por primera vez en la historia humana se empieza a divulgar información sobre la estructura del Universo a gran escala. Estas investigaciones que nos remontan en el espacio y en el tiempo son las que dan el carácter de ciencia a la cosmología. Motivadas por la antigua inquietud de la humanidad por entender su papel dentro del cosmos, servirán para que el conocimiento avance un poco más.

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